











Ficha Ténica:
Título: Laberinto
Año: 2021
Formato: Video-instalación
En colaboración : Edu Martínez, Natalia Cortés Rocha y Carmen Maturana. Premio y becas obtenidos por Laberinto: en 2022, Premio a iniciativas artísticas y culturales para la Memoria, la Paz y la Reconciliación; en 2021, Beca de Circulación y Promoción de un Proyecto Audiovisual desarrollado con nuevos medios por la Gerencia de Artes Audiovisuales de Idartes; y en 2020, Beca de creación del Ministerio de Cultura.
Laberinto, es una video-instalación que se articula en un recorrido de pantallas yuxtapuestas, sostenido por un equilibrio sonoro que emana un efecto de reminiscencia. Esta disposición espacial y sensorial establece una comunicación bidireccional que encuentra eco tanto en el espacio expositivo como en el cuerpo del visitante. Desde allí, se despliega una dimensión conceptual que problematiza cómo la violencia fractura la corporalidad y altera su interdependencia afectiva.
El cuerpo, en este contexto, se configura como portador de una historia silenciada: un testigo vivo de la cultura a la que pertenece. Su gesto habla por sí mismo; su silencio deja el rastro indeleble de una indiferencia histórica. El cuerpo se expone como un territorio en disputa que resiste la clausura del archivo institucional, ese que ha operado como mecanismo de borramiento, donde la violencia ha sido sistemáticamente normalizada y despolitizada.
Laberinto no busca documentar un hecho singular del conflicto armado ni nombrar sujetos concretos. Más bien, pone en escena una episteme del trauma compartido, donde la memoria no se aborda como un depósito inerte, sino como fuerza en movimiento. La obra funciona como un dispositivo estético-político que interpela desde la afección, convocando al espectador a una ética de la responsabilidad. Como lo señala Emmanuel Levinas: “enfrentarse a un rostro es ya asumir una relación que no puede ser neutralizada.”
En esta grieta donde el cuerpo se desborda, la memoria se inscribe como acto. Retomando a Adriana Guzmán: “el cuerpo sabe y recuerda”, pero también denuncia y resiste. La violencia paraliza la capacidad transformadora del cuerpo, impidiendo reescribir sus propias condiciones de existencia y bloqueando la posibilidad de agencia.
En este contexto, Laberinto se plantea como un conjuro escénico: una puesta en acto que activa la sensibilidad, guía hacia estados de empatía y propone una reconfiguración de acuerdos. Su gesto busca desactivar los dispositivos que perpetúan el silenciamiento y la desigualdad, abriendo posibilidades para nuevas formas de relación entre cuerpos y subjetividades.
En una Latinoamérica donde los espacios de deliberación política han sido sistemáticamente vaciados de su potencia transformadora, el cuerpo emerge como uno de los últimos territorios capaces de articular una contra-memoria. La fragmentación de la experiencia colectiva genera laberintos internos donde el sujeto, en lugar de encontrar salida, se consume en una lógica defensiva, reactiva, armada incluso contra su propia vulnerabilidad.



Montaje



La articulación de la videoinstalación “Laberinto”fue concebido para dos tipos de escenarios en la Cinemateca de Bogotá El primero, en la galeria, un espacio vertical de 233,25 m2 (25,25 m de largo, 7,8 m de ancho y 7,2 m de alto). El segundo escenario (figura 2), una caja negra de 154,6 m2 (13,3 metros de largo,11,48 metros de ancho y 9,63 metros de altura.


